Biblioteca Popular José A. Guisasola





Algo le pasaba a la ciudad. Algo muy raro. Porque desde hacía un tiempo ocurrían en ella cosas MUUUUUY extrañas. Todo comenzó una tarde en que los semáforos de las esquinas se volvieron locos porque encendían y apagaban las tres luces al mismo tiempo. Y claro, como los autos no sabían si avanzar o detenerse, se armó un lío de tránsito terrible.

Después aparecieron charcos por todos lados, charcos como lágrimas enormes, aunque no había llovido. La gente protestaba un poco, porque tenía que saltar los charcos todo el tiempo o mojarse los zapatos. Pero lo peor fue cuando a la ciudad se le empezaron a enredar las calles. Sí, las calles que siempre habían estado quietas, en el mismo lugar, se torcieron para acá, se torcieron para allá y se mezclaron de tal manera que nadie sabía si iba llegar al sitio al que quería ir. Las personas se perdían. El que trataba de ir al hospital terminaba comprando manzanas en el mercado. El que pretendía ir a la comisaría aparecía en el zoológico dándole de comer galletitas a los monos. Y nadie les creía a los chicos cuando decían que querían ir al colegio pero al final siempre llegaban a la plaza.

El colmo de los colmos fue cuando los barrios se embarullaron de tal manera que nadie podía encontrar su propia casa.

—¿No vio un edificio de tres pisos con balcones que andaba por esta vereda? —preguntaba un señor, desde la puerta de un chalet.

—No, pero si ve un departamentito de un ambiente, me avisa —le contestaba otro, que tomaba mate en un patio.

Y al final, a la población se le acabó la paciencia. Y fueron a decirle a las autoridades que hicieran algo. Les costó llegar a la casa de gobierno, porque en lugar de estar como siempre al lado del río, estaba dentro de un cine. Las autoridades decidieron llamar a médicos, ingenieros y hasta una bruja para ver si alguien encontraba una solución. Todos revisaron la ciudad de arriba para abajo y de abajo para arriba. Los doctores le tomaron la temperatura al agua de las fuentes y apoyaron la oreja sobre los ladrillos, los adoquines y el asfalto. Los ingenieros metieron la cabeza en las cloacas (y tuvieron que taparse la nariz porque allí había un olor a podrido insoportable). Y la bruja... la bruja no hizo nada porque se perdió y la encontraron dando vueltas en la calesita. Cuando ya no les quedó una baldosa sin revisar, los médicos dijeron que la ciudad estaba enferma y los ingenieros, que había que cuidarla un poco más. La bruja no pudo decir nada porque se había mareado en la calesita.

—Menos ruido para que descanse, menos humo para que respire aire puro y menos basura para que no se contamine —ordenaron los médicos e ingenieros.

—Y una cucharada de mi poción mágica —ordenó la bruja.

Y tuvieron que hacerles caso, claro. Porque todos querían regresar a sus casas y llegar adonde querían ir. Todos menos los chicos que preferían seguir yendo a la plaza y no al colegio. Y así, de a poquito, la ciudad se fue curando. Se le acomodaron los barrios, se le enderezaron las calles y los semáforos empezaron a funcionar bien. Incluso empezaron a crecerle plantas por todos lados (que es lo que hacen las ciudades cuando se sienten bien y están contentas). Algunos dicen que fue porque la gente la cuidaba más. Y otros porque todos los días a la medianoche, las autoridades le daban dos cucharadas del jarabe verde que les había vendido la bruja. Aunque la verdad, la verdad, no era una poción mágica, sino sólo un licuado de espinaca con lechuga.




FIN




Cuentos cortitos para leer en un ratito
Colección Torre de Papel Roja
Grupo Editorial Norma
Autora: Liliana Cinetto
Ilustraciones: Silvia Jacoboni (Perica)

Descripción:
Un mago al que todos los trucos le salen al revés, un mosquito que aprende a picar, un monstruo que come árboles, sardinas que reclaman vacaciones, una golondrina desorientada… Muchos cuentos cortitos para que los más chicos se diviertan leyéndolos… en un ratito.

Cuentos cortitos para leer en un ratito consiste en una selección de cuentos breves, escritos en un tono muy cercano a la oralidad, protagonizados principalmente por animales. La personificación contribuye a abordar historias cotidianas, vinculadas a la convivencia, la solidaridad, la ciudad, el trabajo o el estudio desde una perspectiva en donde el humor y la fantasía se dan la mano.

Contenido
Cuando las sardinas pidieron vacaciones, pág. 9
Un trabajo para Catalina, pág. 17
Un misterio en la ciudad, pág. 21
La trompa del elefante, pág. 27
Tancredo cumple años, pág. 33
El monstruo del bosque, pág. 37
Dolor de panza, pág. 43
Hora de dormir, pág. 51
La golondrina de París, pág. 55
La siesta del oso, pág. 61
El mago Pancracio, pág. 69
Un cuento a contramano, pág. 73
Greta, pág. 81

Visto y leído en:
http://www.sanmartin.gov.ar/uploads/1536680833-misterio-en-la-ciudad.pdf
http://norma.kapelusznorma.com.ar/wp-content/uploads/2013/01/CUENTOS-CORTITOS-PARA-LEER-EN-UN-RATITO.pdf

“La lectura abre las puertas del mundo que te atreves a imaginar"

"Argentina crece leyendo"


Créditos: Garabatos sin © (Adaptación de Plantillas Blogger) Ilustraciones: ©Alex DG ©Sofía Escamilla Sevilla©Ada Alkar

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